El proceso terapéutico no lo hacemos los psicólogos: lo hace el paciente. ✨
Es una idea que repetimos mucho, pero merece explicarse bien. La terapia no es “venir a que me cuenten qué hacer” ni “que alguien me arregle”. No funciona así.
Como psicóloga, mi papel es acompañar con método, ofrecer estructura clínica, sostener cuando algo duele, hacer preguntas que ordenen lo que parece un caos, y facilitar que la persona pueda observarse sin juzgarse tanto. 🧠💬
Pero el cambio profundo… eso ocurre fuera.
En la vida real.
Entre una sesión y la siguiente.
Ahí es donde el paciente empieza a hacer algo distinto:
• observar cómo reacciona,
• parar antes de repetir un patrón,
• cuestionarse creencias automáticas,
• practicar nuevas conductas,
• sostener emociones que antes evitaba,
• o simplemente darse permiso para cuidarse.
Ese trabajo es continuo, y es lo que convierte la terapia en un proceso transformador. La sesión es el impulso; la vida diaria es el terreno donde se consolida el cambio.
🔹 Nosotros acompañamos.
🔹 Ellos trabajan.
La terapia es un camino compartido, sí, pero la implicación personal marca la diferencia. No importa si el tiempo de sesión es amplio o reducido (seguro privado, consulta privada, modalidad online…): lo que importa es qué hace el paciente con lo que descubre allí.
Y cuando alguien decide implicarse de verdad, se nota: la vida empieza a moverse desde un lugar más consciente, más estable y más propio. 🌱🧩












